Sunday, April 03, 2005

Negro pero bueno


M.C. Valecillos (Corresponsal de No Jil-e en Japón)

Debe ser por mis escasos conocimientos de antropología y demás ciencias blandas que a estas alturas del partido todavía no logro comprender de qué se trata cuando oigo o leo el término “raza negra”. Después de leer un bojote de artículos sobre el proceso de ratificación de querida Condi ante el senado de los EEmásUU me alegré mucho cuando leí que en la ceremonia de juramentación de esta sortaria señora (se llama suerte eso de recibir una promoción laboral después de un costoso fracaso estratégico) un tal senador Frist lanzó al ruedo la siguente frase: “(Condi es) la primera mujer de raza negra que se convierte en secretaria de Estado. Hoy es un día de orgullo para esta cámara”. Pensé que cuando un senador dice que la raza es negra algunos pelos tendrá en la mano y con esta esperanza me fui a las respectivas fotos y ¡qué va! nada nuevo. Lo que me conseguí fue una señora de piel negra y pelo bastante rizado que sustituye en el cargo de Secretario de Estado a otro señor de piel un poco menos negra y con menos pelo. Qué desencanto con este senador. ¡Republicano tenía que ser!

¿Es eso?, ¿Se reduce entonces toda la alharaca al color de la piel? Según consta en las respectivas biografìas, ni la doctora Rice ni el Coronel Powell llegaron ayer en la mañana a las costas gringas procedentes de Africa indómita y febril. No son como Kissinger, nacido en Alemania, o como Madeleine, nacida en Praga, ambos de padres no estadounidenses. Condoleezza cuenta que desde que su abuelito, hijo de un granjero de Alabama y más americano que una fajita de pollo, fue a la universidad, ellos son “universitarios y presbisterianos”. Tal cual. Alguno de sus antepasados, o de los de Powell, ya radicados en el mismo suelo que pisaron Lincon y Martin Luther King se habrá refocilado con algún ciudadano de piel blanca y pelo liso. ¿Fueron los hijos de esta unión considerados de “raza” blanca o india? No. ¿Por qué? Por una simple razón: la apariencia física externa, oseaves el color de la piel, la textura del cabello, la línea del perfil. Esos frutos eran negros y por ser negros eran humanos pero no ciudadanos ante la ley. Pobrecito Albertico Limonta. Más pobrecita aún Mamá Dolores.

Pero, que yo sepa, ya no estamos en 1857, y más bien debería dar como pena la sola idea de que pueda ser un orgullo para el Senado el juramentar como Secretaria de Estado a una ciudadana nacida y criada en el territorio nacional, de padres estadounidenses y poseedora de las más altas calificaciones académicas que otorga una acreditada institución de educación superior en ese país… pero negra. Hay aquí un “a pesar de” que no debería caber en el año 2005. ¿O es que el orgullo consiste en que “a pesar de” que la señora tiene la piel más oscura que la mayoría de los senadores presentes, esos senadores han sido tan buena gente y magnánimos como para ratificar su nombramiento? ¿Es idea mía o más bien debería darles verguenza que, en pleno siglo veintiuno, a quinientos años del inicio del tráfico de esclavos desde Africa hacia el continente americano, unos señores peinados con rayita al lado todavía no sólo piensen que el color de la piel tiene algún significado sino que se enorgullezcan de decirlo?

Yo sigo sin entender, pero si se va a seguir hablando de raza negra, sería como hora de registrar, patentar u oficializar la raza marrón oscuro... y me inscribo.

M.C.

Publicado en el diario El Mundo

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