Sunday, January 23, 2005

Expo y arepa

Dicen que uno no sabe lo que es pasar trabajo hasta que no sale de su casa y escapa de los cuidados maternales. Si no me cree, fíjese usted en la histeria, digo, la historia, de un joven venezolano de visita en la exposición mundial AICHI 2005. Según mensaje que anegó mis ojos, nuestro compatriota viajó seis largas horas con sus 360 interminables minutos para visitar la Expo sólo para pasar de desilusión en desilusión. El primer golpe fue buscar el Pabellón Venezolano y enterarse de que Venezuela compartía techo y servicios con otros países de la América Latina en el marcodeloquesería el Pabellón Andes-Amazonia. Lejos de recuperarse, el desafortunado joven se sumerge más aún en el pozo del desconsuelo al comprobar que la exhibición venezolana sólo tenía unos videos de los Yanomami y unas chucherías para la venta al exigente público visitante. Tal era la escasez de todo, que ni siquiera consiguió venezolanos de carne y hueso, teniendo que conformarse con unos peruanos y ecuatorianos que le estaban haciendo el quite a los hijos legítimos de Bolívar. Aprovecho para agradecer al altísimo que el Jurado de la Expo Aichi 2005 haya sido bastante menos exigente que este hijo de la patria, pues con tres videos de Yanomami y sin venta al detal, la exhibición venezolana ganó dos Medallas de Oro por estar en completa armonía con el espíritu y el tema de la expo. ¡Estos jurados! cualquiera los engaña con tres espejitos.

Aquí entre nos, hay que entender que el problema con los videos no es la cantidad, sino el riesgo de sembrar en una persona del público la idea de que los venezolanos somos todos indígenas con guayuco. ¡Que raya! Nadie nos va a querer más nunca. ¿Por qué no pasan los videos de los certámenes de Miss y Mister Venezuela, para que la gente vea lo bellos, elegantes y dispuestos a luchar por la infancia abandonada que somos todos? ¡Qué irresponsabilidad!

Como última estación de este viacrucis de desgracias y mala fortuna y buscando un resarcimiento a los treinta y pico de dólares que invirtió en este fallido reencuentro con el alma nacional, nuestro valiente cruzado se retrató con los cinco dólares que cuesta una arepa servida en tierra nipona. ¿Se compadeció el cruel destino y le ofreció al muchacho una arepa sabrosa, o por lo menos digerible, pasable, disfrutable? Lo siento, no hay final feliz. La arepa daba pena.

No tengo los detalles de la parte gastronómica de la experiencia que hoy nos acongoja, pero según otra fuente independiente y altamente confiable, las arepas que servían en el pabellón eran fritas y rellenas de jamón y queso. ¿No se les vuelve tuche el alma? Mi fuente no se queja de las arepas, pero es que después de tantos años en el archipiélago, cualquier bola de harina de maíz precocida le sabe a gloria y hasta le he oído alabar en voz baja el tosti arepa (marca registrada).

Pero, como Rosita y los tiros, quizás el explorador que hoy nos entristece debe agradecer que su visita no coincidió con el día nacional de Venezuela en la Expo. Según los chicos y las chicas que asistieron, invitados por la Embajada de Venezuela en Japón, el discurso de la Ministra fue un desastre y el baile de un grupo de Danza Experimental de la UCV un bochorno; a la hora que ellos querían visitar el Pabellón, éste estaba cerrado por normas internas de la organización de la Expo, y a la hora que estaba abierto ellos estaban ocupados con otros actos y conciertos. Y, que se sepa, no comieron arepas

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